Román

Me estoy muriendo de hambre... y mira que se me da mal pescar.
Me encantaría poder cazar, eligiendo bien a mi presa y capturándola con una trampa ingeniosa o un disparo certero. Sería más estimulante y más placentero, sin duda. O, mejor aún, ser agricultor y alimentarme de los frutos que me dé la tierra, recolectándolos con placer anticipado después de haberlos plantado y cuidado con mucho mimo. Sería más gratificante y más seguro, está claro.

Pero resulta que no puedo hacer otra cosa más que pescar, y no se me da nada bien.

He pasado un tiempo sin hacerlo, resignado por mis malos resultados, convenciéndome a mí mismo de que no es algo necesario, que puedo aguantar sin comer y que, a una mala, siempre caerá en mi red un pequeño pececillo para calmar el estómago cuando el hambre empiece a apretar en exceso.
Pero tengo que rendirme a la evidencia, no puedo vivir sin comer... y mira que se me da mal pescar.
He intentado aprender, he preguntado a otros pescadores a los que envidio sus cestas repletas, he intentado mejorar mis aparejos de pesca, he buscado los lugares más propicios, he leído y escuchado durante horas a quienes dicen controlar la teoría... Pero no he conseguido nada. Sigo pasando hambre, y sólo alguna pequeña presa acaba mordiendo mi anzuelo, distraidamente y como por casualidad, sin proporcionarme el alivio que busco para mi apetito, y ni tan siquiera el momentáneo orgullo de haber conseguido mi propósito por una vez.

Creo que el problema está en el cebo, quizá no he encontrado el adecuado. Es evidente que los peces que nadan a mi alrededor tienen que encontrar atractivo lo que les ofrezco, que solo así se decidirán a morder el hierro que les capture. Eso es básico. Y no lo entiendo, porque he utilizado lo mismo que algún que otro amigo mío, dejándome aconsejar por su demostrado buen hacer, y sin embargo he visto atónito cómo esos extraños animales se peleaban literalmente por quedar atrapados en el extremo de su sedal, mientras el mío y yo nos quedábamos, como tantas otras veces, solos y hambrientos a su lado.

Muchas veces he soñado que una presa, enorme y preciosa, se acercaba a mi, me miraba y quedaba enganchada sin remedio, encantada con el dulce sabor de mi cebo. En mi sueño, ese hermoso pez colma de una vez todas mis ansias y mi apetito por mucho tiempo, aunque sé que si sucediera en la realidad sería tal mi alegría y el orgullo que me produciría su captura, que no me decidiría a sacarlo del agua, y tanto miedo tendría de verlo huir de mi lado, que permanecería atado a él cabezonamente, navegando juntos ambos como en "El viejo y el mar". Quizá moriría por ello, pero sé que lo haría feliz.

Alguna vez he visto a un compañero pescar una pieza como la de mis sueños... ¡qué suerte tienen algunos!... y alguna vez también me quedé atónito contemplando cómo ese pescador sin escrúpulos la sacaba del agua para dejarla a un lado, descuidada, olvidada, muriendo lentamente de asfixia.
No se me olvida aquel día que decidí ayudar al pobre animal, y dejé de lado mi hambre y mi labor para trabajar por conseguir devolverlo al agua. Con gran esfuerzo, fui ayudándole a llegar a la orilla, mientras le rociaba con su líquido elemento para que no muriera en el intento. La alegría de verlo nadar, feliz y lleno de vida, fue inmensa... Casi tanto como la tristeza de verlo alejarse de mi para siempre, sin siquiera mirar hacia atrás con agradecimiento por un solo instante.

Sigo intentándolo, de verdad os lo digo, porque no quiero morir de hambre y de seguir así terminaría por hacerlo, pero cada día me cuesta más trabajo, cada día necesito más esfuerzo para empezar, cada día me falla más la motivación.

Recuerdo que mi padre me hablaba muchas veces de lo maravillosas que eran las mujeres, y también de lo importante que era para nosotros no carecer mucho tiempo de ellas. Sabía que eran caprichosas y muy escurridizas, que encontrar a "la única" era casi un milagro y poder disfrutar de ella una bendición, pero lo que nunca me dijo es que me resultaría tan difícil algo tan simple como "pescar" alguna de vez en cuando para no morir, vacío y aburrido, de tristeza e inanición.

Comentarios

frilanser ha dicho que…
Yo estoy mirando de convertirme en un tiburón.

¿Los hombres pescan y las mujeres cazan?
Rocío Rico ha dicho que…
Pues sí. La cosa viene por ahí.

Un tiburón..... miedo me das.
Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado el relato, por cierto. Lo del tiburón es para que los peces no me toreen.

Por cierto, amiga, yo no estoy siempre completamente de acuerdo contigo, pero respeto tu sinceridad y que intententes buscar el equlibrio en las discusiones. Pero hay orejas que nunca escuchan. De hecho, ya no sabría decir si el problema es que sin la confrontación se quedarían sin nada. Y esto te lo dice alguien realmente beligerante con las cosas en las que cree, ya ves. No hablo de este post, por supuesto, ni hace falta que me contestes.
Rocío Rico ha dicho que…
El tiburón se come a los demás peces... pero con deglución.
Es rápido e inmisericorde, distingue poco entre sus víctimas y no suele fallar; un depredador del mar.

Siguiendo el símil, creo que estás mirando convertirte en Ted Bundy.

Avísame... para no aceptar esas cañas...
frilanser ha dicho que…
Jolín, que dura. Uno no tiene porqué devorar siendo tiburón, basta con espantar.

¿Te asusto tanto que rechazas unas cañas? Vaya. Ya me imaginaba que desde el lado oscuro no iba a ninguna parte socialmente.
Rocío Rico ha dicho que…
Los tiburones devoran, Frilanser. Si sólo quieres espantar a los demás peces, entonces sólo deberías convertirte en un pez muy feo, y ya está.

Rechazo las cañas con un tiburón-Bundy, que valoro mucho mi vida y tampoco me apetece perder un brazo con la tontería... pero por supuesto que me las tomo con un pez feo ;-)

Entradas populares