María
Sonó el despertador, como cada mañana, y como cada mañana Juan dio un salto en la cama y gruñó por la desagradable forma de despertarse. Odiaba ese pitido, pero era la única forma de no darse media vuelta y seguir durmiendo a esas horas intempestivas en que tenía que empezar el día, cuando todavía había quién no había terminado el suyo. Después de dar un fuerte manotazo al obediente despertador, encendió la lámpara de la mesilla y se sentó en la cama. Tras unos segundos empezó a recobrar la consciencia, y entonces recordó cual era el verdadero motivo de su mal humor: ella se había ido.
Llevaba ya una semana con su ausencia llenando cada rincón de la casa, una semana de preguntarse desesperadamente por qué... por qué... No lograba entenderlo. Sabía que no había sido nunca un marido ejemplar, estaba claro, pero eso no era una sorpresa para ella, que ya le conocía desde hacía mucho, mucho tiempo. De hecho siempre pensó que sus defectos le gustaban, que sin ellos ella no le habría querido igual.
Era cierto que se enfadaba a veces, sí, y mucho, bueno, pero eso es algo que forma parte de la condición masculina. Los hombres no tienen paciencia, y sí tienen mucho genio, mucha fuerza, los arrestos que hacen falta para poner las cosas en su sitio cuando es necesario. Ella siempre lo había entendido así, como él le explicaba cuando las aguas volvían a su cauce después de otra tempestad.
Si alguna vez había perdido los estribos, ya había pedido perdón. Tenía muchas preocupaciones siempre, mucha tensión encima, muchas cosas en qué pensar, y eso a veces le crispaba los nervios, sobre todo cuando ella aparecía con ganas de discusión, tocando precisamente las teclas que sabía que no debía tocar.
Porque ella también tenía sus defectos, y aún así la quería. La quería mucho, muchísimo. Siempre pensaba en ella, la tenía como a una reina, ni un capricho le había faltado nunca. Para eso se deslomaba él todos los días en el trabajo, para eso se levantaba todas las noches a horas infernales, para que ella viviera rodeada de todo lo que podía desear. Y así se lo agradecía...
Y es que ahora ella se había ido, y su vida era un desastre.
La casa parecía una pocilga, la nevera estaba vacía, no encontraba ropa limpia que ponerse.... y la echaba mucho de menos. Ella era el centro de su vida, no sabía estar sin ella.
Se llevó las dos manos a la cabeza en un gesto de desesperación, mientras miraba fijamente el montón de calcetines sucios que había acumulado a los pies de su cama. ¿Qué podía hacer para que volviese? Ya lo había intentado todo... llamadas durante todo el día, mensajes a su móvil, palabras bonitas, palabras duras, unas flores, regalos, lágrimas, disculpas... todo lo que en otras ocasiones había servido para contentarla y para que olvidase lo que sea que hubiese sucedido aquella vez.
¡Qué fácil olvidaba!- pensó, cada vez más crispado.
Dando un repentino puñetazo en la pared, se levantó por fin y salió de la habitación, en dirección al baño. Encendió la luz, y se quedó mirando su reflejo desaliñado en el espejo de la pared, donde aún estaban escritas las únicas palabras de despedida que ella le había dedicado.
Llevaba ya una semana con su ausencia llenando cada rincón de la casa, una semana de preguntarse desesperadamente por qué... por qué... No lograba entenderlo. Sabía que no había sido nunca un marido ejemplar, estaba claro, pero eso no era una sorpresa para ella, que ya le conocía desde hacía mucho, mucho tiempo. De hecho siempre pensó que sus defectos le gustaban, que sin ellos ella no le habría querido igual.
Era cierto que se enfadaba a veces, sí, y mucho, bueno, pero eso es algo que forma parte de la condición masculina. Los hombres no tienen paciencia, y sí tienen mucho genio, mucha fuerza, los arrestos que hacen falta para poner las cosas en su sitio cuando es necesario. Ella siempre lo había entendido así, como él le explicaba cuando las aguas volvían a su cauce después de otra tempestad.
Si alguna vez había perdido los estribos, ya había pedido perdón. Tenía muchas preocupaciones siempre, mucha tensión encima, muchas cosas en qué pensar, y eso a veces le crispaba los nervios, sobre todo cuando ella aparecía con ganas de discusión, tocando precisamente las teclas que sabía que no debía tocar.
Porque ella también tenía sus defectos, y aún así la quería. La quería mucho, muchísimo. Siempre pensaba en ella, la tenía como a una reina, ni un capricho le había faltado nunca. Para eso se deslomaba él todos los días en el trabajo, para eso se levantaba todas las noches a horas infernales, para que ella viviera rodeada de todo lo que podía desear. Y así se lo agradecía...
Y es que ahora ella se había ido, y su vida era un desastre.
La casa parecía una pocilga, la nevera estaba vacía, no encontraba ropa limpia que ponerse.... y la echaba mucho de menos. Ella era el centro de su vida, no sabía estar sin ella.
Se llevó las dos manos a la cabeza en un gesto de desesperación, mientras miraba fijamente el montón de calcetines sucios que había acumulado a los pies de su cama. ¿Qué podía hacer para que volviese? Ya lo había intentado todo... llamadas durante todo el día, mensajes a su móvil, palabras bonitas, palabras duras, unas flores, regalos, lágrimas, disculpas... todo lo que en otras ocasiones había servido para contentarla y para que olvidase lo que sea que hubiese sucedido aquella vez.
¡Qué fácil olvidaba!- pensó, cada vez más crispado.
Dando un repentino puñetazo en la pared, se levantó por fin y salió de la habitación, en dirección al baño. Encendió la luz, y se quedó mirando su reflejo desaliñado en el espejo de la pared, donde aún estaban escritas las únicas palabras de despedida que ella le había dedicado.
YA NO TE TENGO MIEDO
Comentarios
Y casi me da por pensar que este tipo de hombres también son víctimas, víctimas de sí mismos, de su carácter, de su incapacidad para controlar sus impulsos. Casi. Pero luego me acuerdo de las mujeres que los han sufrido.
(Seguro que me he olvidado de alguna virtud más). ;-)
Yo, por un lado, estoy con Leg.. creo que todos, en el fondo, somos buenos ... pero cada cual tiene maneras muy distintas de demostrarlo.
Hay quienes a su paso, asolan la tierra por donde pisan (incluyendo la suya propia...)...
Yo sé mucho de esto, porque antes era muy majete y ahora he pisado de lleno en el Lado Oscuro.
Es un texto (y un meme) extraordinario leg. Si no estuviera en el Lado Oscuro te haría una reverencia.
No creo en la maldad, no. No creo que haya personas que SON malas. Creo, como decís Maripuchi y Frilander, que hay personas equivocadas, ignorantes, acomplejadas, traumatizadas, despistadas, adictas,..... no sé, un montón de cosas pueden hacer que uno se comporte mal, que sus actos no sean buenos, incluso sean muy malos. Pero el ser humano que hay en el fondo no es malo. Es como tú y como yo, como todos.
Luego también hay quienes disfrutan haciendo cosas malas a los demás, pero eso, es cierto, es una patología, así que no cuenta.
Muchas discusiones he tenido yo con esto... de hecho creo que este es el sitio donde me he encontrado más gente a favor de mi teoría ;-)
Mega, yo ya he defendido en otros debates que los seres humanos estamos llenos de defectos, en eso estoy de acuerdo contigo. Pero eso no nos convierte en malos.
A mí, en realidad, más que la esencia de las personas, me preocupa sobre todo cómo obran... Porque ¿acaso importa algo que sean buenas si luego obran mal?
No entiendo el argumento, ¿todos los seres humanos son en el fondo como leg? ¿Puede que mi vecina sea como leg? Yo me la estaba imaginando como ulrika...
También hay maluraños.
Llegué tarde...
;-)
No quiero que el tema me haga olvidar que este post es, para mí, legiano (jesús, qué manera de abusar del lenguaje) donde los haya o, al menos, de una de las facetas de Leg que más me gusta: su trompe l'oeil particular con las palabras. Fantástico el tema, el fondo y la forma.
Abrazos varios
Frilander es un palabro, muy bonito por cierto, resultado de un simple error de teclas... que no se puede una ni equivocar, jolines...
Mega, antes dejé mi idea sin acabar. Quería decir que tener esos defectos no nos hace malos, sino que nos hace imperfectos.
La bondad o la maldad está más, como tú bien dices, en nuestras obras, pero para mí sí que es importante, y mucho, cómo sea uno en esencia. Para lo cercano y para lo lejano. Para todo.
Un ejemplo de lo cercano: cuando un amigo te hace algo que te molesta ¿sólo valoras su acción? No, normalmente valoramos su acción y su trasfondo (lo hizo sin querer, siempre fue bueno conmigo, en el fondo es buena gente pero se equivocó, por una vez no se lo voy a tener en cuenta... etc).
Pues eso vale para todos.
Vaya si es importante la esencia.....
Señor Frilanser, pues claro que todos los seres humanos son en el fondo como Leg... y como tu vecina, y como tú mismo... En el fondo, es lo más superficial, pequeños matices, lo que nos diferencia.
Tengo un trabajo que me permite verlo a diario. Todos somos iguales, todos somos diferentes. Es una pasada. La raza humana tiene una serie de defectos y virtudes intrínsecos a su naturaleza, que generan unos comportamientos determinados, taaaaaaaaaaan parecidos en todos nosotros que te asombrarías...
Por eso para entender a los demás, hagan lo que hagan, no hay más que mirar dentro de uno mismo. Te aseguro que encuentras algo que te hace comprender qué ha sentido el otro y porqué ha podido obrar así.
Yo ya he dicho otras veces que, en mayor o en menor medida, veo dentro de mí todos los errores y defectos que veo en los demás.
Así que, o es cierta mi teoría, o es que yo soy un ser humano terrible, un contenedor de todo lo malo que puede tener cualquier persona...
Querido fri (jeje), ya te dije yo que frilanser sonaba a todoterreno, jajajaja.
(Si ya sabía yo que lo del casco de vikinga te ponía)
;-)
¿Y tú?
;-)
Que es, en parte, de lo que estábamos hablando aquí.
Yo no tengo niño (jeje) pero trabajo en un pueblo de las afueras de Madrid. Además, no me gusta estresarme por las mañanas, así que me levanto una hora antes de tener que salir de casa.
Ahora vamos a la discusión importante. Yo no soy un señor Dª leg. Lo que sí soy es un ocurrente y lo que te dije era sólo un juego de palabras con lo de que "todos los seres humanos son como yo", que más quisiera yo que tener una vecina como leg. Lo de ulrika me lo guardo para los sueños, que el casco vikingo es demasiado. Pero, como siempre, tu explicación es interesante. Oye, no sé qué trabajo tienes, pero a ver si vas a ser tú al final mi enfermera soñada...
En cuanto a lo de legiano, freia (¡hola!), yo diría que más bien sería legístico, es una pena que nuestro lingüista de guardia no se pase por aquí. A mí una de las facetas que más me gustan de leg son sus piernas, lo cual es un juego de palabras multilíngüe y estúpido.
La verdad ulrika es que a esas alturas mientras no me llamen pajero, que es el nombre que tenía originalmente el Mitsubishi Montero antes de que se dieran cuenta de que en países de habla hispana iba a ser inconveniente...
En ningún momento trato yo con mi teoría de justificar a todo el mundo, ni de aceptar en mi vida a todo el que se me cruza por el camino, ni de que todo me tenga que parecer bien.
Evidentemente, los actos de la gente me importan y me afectan, y afectan también a la opinión que yo tenga de ellos y a mi actitud en consecuencia.
En eso coincidimos.
Lo cual no quiere decir que no valga lo que he dicho antes sobre lo importante que es la esencia, y mi idea de que esa esencia en el ser humano no es mala.
No creo en la maldad.
Y mucho cuidadito con eso de llamarme "doña"... ;-)
(No, no soy enfermera)
En cuanto a lo de legiano (hola, Freia, a ti también), a mí me parece correctísimo. Véanse los siguientes ejemplos: millasiano, cortazariano, borgiano, kantiano, orteguiano, etc.
Bah, es igual, ulrika, ya estoy acostumbrado. Cuando comencé a interactuar en internet por primera vez pensaba que haría realidad todas mis fantasías, pero ya veo que no.
Si estamos de acuerdo, leg, ¿a ti también te gustan tus piernas? ¿Cuándo nos vas a contar por qué te pusiste nombre masculino?
No me puedo quejar.
No sabía que te intrigara mi nombre. Haber preguntado, hombre...
Ya lo contaré, ya.
¿Quien te ha dicho que ya no lo tengo?