Ricardo

No me puedo creer que de verdad pensases que esta vez cumpliría mi palabra... De verdad, no me lo puedo creer.

No entiendo si realmente eres así de ingenua, o es que te cuesta tanto aceptarme como soy, aceptar que tu querido maridito, ese que tú escogiste creyendo que hacías un buen negocio (en todos los sentidos de la expresión), no es más que un maldito jugador compulsivo, y lo seguirá siendo hasta que se lo coman los gusanos.
Ludópatas nos llaman los que creen que saben lo que dicen. O, peor aún, los que creen que entienden lo que me pasa... como aquella dichosa comecocos que te empeñaste en que visitase. Recuerdo que me miraba con aquellos ojillos curiosos, poniendo cara de entender lo que le estaba contando, asintiendo con la cabeza taaaan comprensiva ella... Me río yo de su entendimiento, de su comprensión, de su palabrería de vendedora barata, y hasta de la madre que la trajo al mundo.
Las dos deberíais haber supuesto que no me curaría, sobre todo, y más que nada, porque no me da la gana hacerlo...

Porque ni siquiera considero un problema lo que me pasa, y mucho menos una enfermedad.
Lo considero un placer, a ver si te enteras.
Me gusta jugar. Me gusta más que nada en este mundo. Me gusta más que tú, más que estar contigo, más que hacerte el amor, lo quieras entender o no. Así que no me vengas con tus patéticos chantajes, no me importa que me dejes. Puedes irte, si quieres. Puedes coger tus cosas cuando quieras y largarte de una vez. Incluso no me enfadaría si te fueses con el memo ese de tu amiguito, ese que tanto te comprende y tanto le gusta escucharte... no puedes ser más tonta, si te piensas que te escucha y aguanta tus sandeces por algo más que por conseguir acostarte en su cama, que hasta para eso parece que has nacido ayer.

Lo que te digo, nena, que juego porque me da la gana, que no lo pienso dejar, que no hago mal a nadie, por mucho que te empeñes, ni siquiera a ti.
Sí, sí, me has entendido bien, a ti tampoco, que ya te he calado. A ti te vengo estupendamente, si no porqué crees que aún sigues a mi lado.
Te viene estupendamente el papel de santa mártir que te proporciono, te viene estupendamente sentirte una desgraciada con un corazón enorme y generoso que lo da todo por un capullo como yo que no la merece. ¿Que no? Sé que eso te hace sentir especial, te hace darle algo de sentido a tu vida absurda y gris... si no vivieras para sufrir por mí ¿qué narices ibas a estar haciendo? Si ni siquiera tendrías al memo ese babeando por ti. Tendrías que darme las gracias.

Acepto que me sigas utilizando. Acepto que hagas lo que te de la gana, que te quedes o te vayas, lo que mejor te convenga. Que me seas fiel o que le des al memo la ración que tanto se está currando. Que me quieras o me desprecies. Que me llames cariño o me mandes a la mierda... Lo que no te consiento, a ver si vamos poniendo las cosas claras, es que trates de cambiarme, que me pidas que lo deje, que me culpes de tu supuesta infelicidad. Tienes lo que quieres, y, si no, ya sabes donde está la puerta. A ver si va a ser que eres una mema tú también. Dios los cría...

Me voy a echar unas monedas a la máquina, ahí te quedas. Que al menos ella no se pone a llorar cuando le digo una verdad...

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