Pequeño cuento de terror

Todavía seguía agazapada en un rincón cuando la tormenta cesaba y el cielo volvía a ser del color de sus vaqueros desgastados. En el pueblo los truenos resonaban como estallidos aterradores de bombas, y los relámpagos iluminaban por instantes los árboles del jardín haciéndolos parecer enormes figuras demoníacas. La luz de la vieja casa siempre se iba, y pasar la tarde iluminada sólo por una vela le hacía regresar a tiempos antiguos y, aunque se esforzase en ser valiente, ya se sentía irremediablemente inmersa en una oscura historia de Poe.

Aquel día no fue diferente, y el cielo se cubrió de pronto con un oscuro manto gris oscuro, casi negro, y cuando ella sintió el primer chisporroteo de la bombilla del salón, salió disparada a buscar la vela a la alacena con una honda mueca de fastidio. Tenía que ser valiente aquella vez, no podía ser que aún a su edad tuviese miedo como una cría, al fin y al cabo los truenos son sólo ruido, los rayos acaban todos en la punta de metal del campanario, y el señor Allan Poe no escribía más que cuentos.
"El miedo sólo está en mi mente" repetía una y otra vez, negándose esa vez a moverse de la silla desde la que hace sólo un rato disfrutaba tranquilamente de un buen rato de lectura. La vela construía una burbuja de luz amarillenta a su alrededor, pero ella sentía como cuchillas el frío de la oscuridad más absoluta a su espalda. Esa vez estaba firmemente decidida a quedarse allí sentada, a no buscar el refugio absurdo de la pared haciendo esquina sobre sus hombros, a no mirar cada poco hacia atrás como esperando ver alguna figura sobrenatural surgir de las sombras en el umbral de la puerta.
"El miedo sólo está en mi mente", casi gritó cuando el primer trueno le pareció retumbar con fuerza en la misma puerta de la casa, como si un enorme tanque de guerra hubiera arremetido contra ella.
"El miedo sólo está en mi mente", susurró como una letanía cuando sintió la espalda rígida por el terror al oír un ruido extraño por el pasillo, como de algo que se arrastraba lentamente sobre la madera sin pulir, como si su mente quisiera boicotear su gran esfuerzo de valentía aquella vez.
"El miedo sólo está en mi mente" dijo al fin en voz alta, decidida de una vez a matar esa imaginación enfermiza que le hacía sentir, casi jurar, que en ese momento había alguien bajo el marco de la puerta, detrás de ella, silencioso, oscuro, siniestro, disparando todas las alarmas de su cuerpo con su sigilosa presencia.
¡¡¡"El miedo sólo está en mi mente"!!! - Gritó.

Aquella vez el temporal duró toda la noche. Había llovido tanto que el pequeño puente de madera que daba acceso a la casa tardó unos días en ser reparado, y los vecinos, conmovidos, comentaron el suceso durante años, convirtiéndolo al final en leyenda. Aquella mujer solitaria se había suicidado en su salón una noche de tormenta. Jamás encontraron el arma, pero ellos sentenciaban siempre al terminar la historia "Se mató por el miedo. No se puede temer tanto a la tormenta".

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