Sofía

Sofía ha cumplido los 94, nunca lo hubiese imaginado, y aún goza de muy buena salud, aunque su cuerpo se vaya haciendo cada día un poco más lento, cansado ya de tantos años de funcionamiento sin descanso.
Hace casi un siglo, los ojos de Sofía reflejaban energía e inquietud, ganas de descubrir el mundo que se abría delante de ella como un abanico interminable. Luego esos mismos ojos fueron la viva imagen de la ilusión, de los planes y los sueños que había decidido que lucharía por conseguir. Más adelante, se convirtieron en dos pequeños remansos de paz, sabedora de que sus metas habían sido logradas y debía dedicarse con empeño a disfrutar de todo aquello que había alcanzado. Hace ya sólo un par de décadas, si los mirabas veías sólo el resignado dolor que le producía la progresiva desaparición de todos aquellos seres que la habían ayudado a construir su mundo, que la habían acompañado en él.

Hoy miro en los ojos de Sofía, siempre húmedos y temblorosos, y no veo más que espera. Silenciosa y calmada espera. Y olvido.
Parece como si una parte de sí hubiera construído durante tantos años de soledad un sólido muro de protección, separando sus recuerdos más dolorosos para no seguir sufriendo más por ellos. Para ayudarla a sólo esperar, y nada más.
Porque Sofía puede hablarte de su niñez, de sus años jóvenes, puede contarte sus recuerdos de la guerra, puede relatar la apasionante vida de la tía Magdalena, que murió víctima de un resfriado al ir a buscar a su novio soldado a la estación con sólo su vestido nuevo, pese al frío. Sofía recuerda sus años maduros, no olvida a sus hijas, ni a todos sus nietos. Incluso, aunque con un poco de dificultad, es capaz de nombrar a sus biznietos, y cuando los ve es el único momento que la triste oscuridad de sus ojos se ilumina con un rayo brillante de ilusión.
Sofía sabe lo que comió ayer, y sabe quién es Víctor, su cuñado, el único compañero de viaje que le queda vivo.

Pero hay algo que ha olvidado.
Sólo una cosa.
Con todo esto, y aunque parezca increíble, Sofía no se acuerda de su querido compañero, de su amadísimo esposo.

Muchos años sufrió mi abuela la pérdida, siempre prematura, del que fue el único amor de su vida. Dos primos que se enamoraron ya en su más tierna infancia, y que siguieron siempre ese camino juntos, sin dudar nunca de lo que sentían y sin dudar tampoco el uno del otro ni por un momento. Muchos años habían transcurrido ya en su mutua compañía cuando aún podías ver en sus ojos miradas de adolescentes enamorados. Estoy segura de que nunca a dos personas les resultó tan fácil quererse.
Muchos años lloró Sofía su partida, muchos años le costó poner uno a uno los ladrillos de ese muro que, por fin hoy, la mantiene alejada del más doloroso e insoportable de sus recuerdos.
Mucho esfuerzo empleó en cumplir la promesa que le hizo minutos antes de perderle para siempre.
Le prometió que intentaría ser feliz.
Supongo que para ello sólo encontró un camino: olvidarle.

Comentarios

garib ha dicho que…
Tiene un tono triste pero positivo a la vez. Me ha encantado.
Gemma ha dicho que…
Dan mucha pena los ancianos. Su soledad creciente, sin duda, resulta irreversible. Parece como si la sociedad actual olvidase que ellos son nuestro futuro... (Aunque, a lo mejor, se trata de eso mismo: de olvidarlo cuanto antes.)

Por otro lado, yo creo que los viejos de hoy en día son seres fuertes por todas las dificultades de la guerra y postguerra que tuvieron que vivir. Ya veremos qué tal envejecemos algunos de nosotros...
Rocío Rico ha dicho que…
Es agridulce. Pero en este caso, para mí, gana lo positivo.

A mí los ancianos siempre me han inspirado mucha ternura.
Es una edad difícil, pero mamá-naturaleza es muy lista y solemos llegar a ella con la mente preparada... creo que todo son mecanismos de defensa... pocas veces pasa algo solo porque sí...

Garib, no encuentro un sitio más adecuado para consultarte, así que allá va: si entras en un post que tenga comentarios, verás que aparecen todos demasiado juntos y sin nada que los separe unos de otros. Lo que yo querría hacer es separarlos un poco entre ellos y si acaso encerrar cada uno por separado en un cuadrito gris, o algo así.
¿Podrías ayudarme?
;-)
Scout Finch ha dicho que…
Sofía significa sabiduría. A veces, la memoria es sabia.
garib ha dicho que…
Y garib "extranjero" y scout "exploradora" y leg... "pierna". La naturaleza es sabia aunque la blogosfera está como una chota, de la que podríamos sacar unas hermosas chuletas para discutirlo en un almuerzo de trabajo.

(uuuppsss, no sé si será fácil leg, yo edito los estilos un poco por instinto informático, tendría que ver si el formato de los comentarios es modificable y puede depender de la plantilla. Me lo miro. ¿Sabes lo que es CSS?)
Rocío Rico ha dicho que…
Jejejeje.... estoooooooo..... no.
Anónimo ha dicho que…
Me alegro de haber descubierto tu blog. Enhorabuena. No es fácil meterse en los zapatos de los demás, y tú parece que consigues hacerlo, incluso en los patucos de un bebé.
Esta entrada es muy bonita. Supongo que sí, que para ser feliz, a veces es necesario olvidar...
Te seguiré visitando...
Freia ha dicho que…
(Siento llegar a los comentarios con tanto retraso, he tenido un encuentro inesperado con un virus cabreao).

¿Sabes?, a mí me gustaría salir a la calle con mi cámara y me conformaría con ser capaz de retratar a alguien unas cien veces peor de lo que tú lo haces con tus personajes/seres reales por medio de las palabras.
A mí no me ha resultado triste. Me gustan los ancianos. Aun recuerdo con una enorme ternura a mi abuelo Ramón: me enseñó muchas cosas; me divertia con él.

Pero es cierto que no se lo ponemos muy fácil. Para ellos sería mucho más sencillo si como dice la canción de Serrat: "... o simplemente si todos, entendiésemos que todos llevamos un viejo encima".
Rocío Rico ha dicho que…
Te has pasao, Freia, te has pasao... pero gracias ;-)

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