Re-encuentro

No te niego que algo pensé hoy. Bajabas por la cuesta como siempre, las manos en los bolsillos, la bolsa de deporte colgando de un hombro. Juraría que silbabas, aunque igual era el afilador anunciando lluvia. No estoy muy segura porque cuando te vi se me nublaron los sentidos como casi siempre, como desde la segunda o la tercera vez que quedamos. Aunque tal vez fue la séptima, o aquella en la que, con tu parsimonia de siempre, me dijiste que te gustaban mis manos, o mis nalgas, no lo sé, ya no me acuerdo. Sólo recuerdo retazos, como fotos en un álbum, pero fotos de las de antes, de las que tirabas sin mirar y luego salían la mitad borrosas o desencuadradas. Tus ojos sonriendo, tu boca mirándome, un besugo a la espalda, un asiento del Alsa, mis pies llorando, los peces de colores, sábanas arrugadas, calor, cascadas de agua haciéndose espuma, los besos, mucho, mucho frío, un cigarrillo humeante entre mis dedos, la luna riéndose de mí, el cansancio, un dolor de muelas.
Vale, sí, no puedo negar que algo sentí al verte. Llegaste a mi altura y torciste el gesto antes de saludarme, y, por encima del estruendo de todos mis huesos al quebrarse al unísono, apenas se me oyó decir “perdona ¿te conozco?”.

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