B.S.O.: Respect



Tuve una vez una gata que se llamaba Aretha. Siempre silenciosa, con ese halo de misterio que la envolvía, me miraba con aquellos ojos grandes y amarillos y parecía sonreír, como si acabase de salir de la letra de una canción absurda de los Beatles. Luego arqueaba su lomo en un gesto perezoso y volvía a recostarse sobre el cojín, dejándome ya por imposible si me veía llorar por ti.
Fue ella la que me dijo un día que debía empezar a quererme a mí misma antes de pedirte que hicieses lo mismo por mí. Lo escuché bien clarito de su voz aguda y susurrante una noche en que las lágrimas no dejaban de brotar. Lo hice, y cuando volví a casa después de decirte que no quería verte más, Aretha me sonrió de nuevo, orgullosa de mi.

Comentarios

Freia ha dicho que…
Precioso Leg. Ese microrrelato y la canción.
Un abrazo
Gemma ha dicho que…
El amor al prójimo empieza siempre por uno mismo, me decían las monjas de pequeña. ;-)

Buen micro.

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