Ángel

Hay noches que te asoman a un balcón que da al pasado. En las que algo que hay en ti que te conoce bien por dentro, sabe que necesitas un abrazo de tu abuelo y, cual infalible Celestina de tus deseos, te lo pone delante, tierno, sonriente, amado, y, sobre todo y más importante, al fin presente.

Y ahí está, con su traje de vestir con chaleco a juego, con sus camisas suaves de cuello tieso, con sus manos arrugadas y su enorme sello en el dedo corazón, con su impecable afeitado y su olor a after shave, con su pañuelo de tela bordado y la pequeña funda con las gafas de ver de cerca en el bolsillo interior.

Y te mira, y le miras, y de inmediato te invade una alegría intensa y unas enormes ganas de llorar en sus brazos, y de que te llame por tu nombre, y te haga cosquillas, y te cuente un chiste que ya has oído mil veces y que aún te hace reír. Y lo haces, porque en el fondo sabes que es un sueño y que no durará mucho, así que no hay tiempo que perder, abuelo, qué alegría de verte, cuánto te quiero, y cuánto te he echado de menos.

Comentarios

Entradas populares