Lucy

No niego que me gusta que me mires, te lo digo de verdad. Sobre todo desde hace unas semanas, que empecé a notar tu presencia diaria y tus ojos negros fijos sólo en mí.

Desde entonces yo te espero cada día, a la misma hora, en este mismo lugar. Miro ansiosa la esquina por donde apareces siempre, con tu andar descuidado, tus manos en los bolsillos del vaquero, tu gesto de profundo cansancio.
Es justo en el momento en que ha empezado a caer la noche, y tú llegas, te detienes siempre en el mismo sitio, como si hubieses llegado a tu destino, y fijas tu mirada en mí mientras enciendes lentamente un cigarrillo.

Y luego todo es un juego de miradas, un baile sin palabras, ese rato emocionante y divertido que le da sentido a mis días.

Yo pruebo de todo. Te devuelvo la mirada fija, atrevida; me dedico a mis cosas con gesto distraído, como si no supiera que me miras; finjo que me siento mal, que estoy alegre, o que duermo... voy improvisando a cada momento para observar tu reacción. Incluso alguna vez me he mostrado sensual y retozona y he llegado a susurrarte para que tú, en la distancia, intuyas cuáles son mis deseos.

Pero tú nunca cedes, nunca te inmutas, nunca das un paso más.
Sólo fumas tu cigarrillo, saboreando calada tras calada, con tus ojos negros fijos en mí, y luego te das media vuelta y desapareces de mi vista con el mismo andar descuidado con el que llegaste hasta aquí.

Mi amiga Desy me envidia por tus visitas, lo sé. Y lo sé porque un día se lo comenté, aunque imaginaba que ya lo habría notado, pues ella lleva aquí aún más tiempo que yo, y su única respuesta fue decirme mientras se reía con su soniquete de vieja trompeta que no soy más que una ilusa, que vivo en mi mundo, que si no me he enterado de que han puesto una parada de autobús justo delante de la tienda.
Sé que es envidia, qué si no, si ella no es más que una hembra vieja a la que nadie ha querido jamás, si ella sabe desde el momento que llegué que soy el animal más hermoso del escaparate.

Por eso he decidido no volver a hablarlo más con nadie. Esta historia, muda y real, es sólo entre tú y yo, y así quedará. Sólo nuestra.

Se acerca la hora. No puedo ya con la impaciencia de verte otra vez a través del grueso cristal, noto incluso cómo se me eriza el pelo mirando en la esquina tu inminente presencia. Mira, por ahí vienes... bien, sabía que no me fallarías. No he podido evitar un leve ronrroneo al verte.

Comentarios

NáN ha dicho que…
Me encanta cómo pones a caldo a la amiga que no entra en tu juego. Hay que ser implacables con la vida verdadera.
Dardo ha dicho que…
Hola, estimada Legolás.

Por una parte veo en el juego que se trae Lucy y el del apeadero una especie de cortejo (todo un ritual visual), con sus toques de vanidad, esperanza y coqueteo casquivano.

Lo de Desy por otra parte es demoledor. Todos tenemos compañer@s así, que parecieran estar en nómina del Colegio de Psicólogos para fomentar la depresión y acudir a sus consultas.

Pero, a lo que voy; no puedo dejar de pensar en Lucy como un maniquí animado por ti. La historia de un maniquí y un pasajero de un autobús.

Un abrazo. ¡Y desde luego que la vida es bella, amiga. Sobretodo, sobretodo, por ese destinatario diminuto de tus miradas!.
Rocío Rico ha dicho que…
Pues te aseguro que es una gata, Dardo. Yo la he visto. Es una gatita pequeña y juguetona, con el pelo atigrado y la pancita blanca. Una monada. No me extraña que el chico del apeadero se quede embobado mirándola.

Veo que Desy os impacta. Yo la compadezco un poco. A mí la envidia siempre me ha inspirado mucha compasión.
Aparte de que hay que contar que la visión de Lucy no es objetiva, y yo creo que exagera un poco las cosas debido a su soberbia.
Porque todos tenemos lo nuestro, aquí nadie es perfecto...
Freia ha dicho que…
Dos cosas me han gustado especialmente: que la protagonista sea una gata y esa frase que te ha dejado Dardo:
"Sobretodo, sobretodo, por ese destinatario diminuto de tus miradas!.

Entradas populares