Rocío
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Medio dormida aún en la cama grande y fría, con la sensación de que no voy a ser capaz de abrir los ojos ya nunca más, escucho el débil sonido del teléfono sobre la mesilla. Me inclino sobre él, y a duras penas consigo ver tu nombre escrito en la pantalla. Descuelgo y escucho tu voz. Suena despierta y dispuesta a darme, seguro, un poco de lo que tanto necesito.
Hoy me he dado cuenta de que, al igual que dicen de los niños y los borrachos, uno no es capaz de mentir en esos momentos de semi-inconsciencia que rodean al sueño. Son momentos especialmente vulnerables y, sin los trucos y trampas que utilizamos para ocultarnos lo que no nos gusta y darnos la apariencia que quisiéramos tener, pillamos sin querer a nuestra alma completamente desnuda, con cara de susto y sin darle tiempo siquiera a taparse con las manos.
Anda, sé bueno y no me preguntes nada comprometido ahora, que no podría mentirme ni a mí misma.
Medio dormida aún en la cama grande y fría, con la sensación de que no voy a ser capaz de abrir los ojos ya nunca más, escucho el débil sonido del teléfono sobre la mesilla. Me inclino sobre él, y a duras penas consigo ver tu nombre escrito en la pantalla. Descuelgo y escucho tu voz. Suena despierta y dispuesta a darme, seguro, un poco de lo que tanto necesito.
Hoy me he dado cuenta de que, al igual que dicen de los niños y los borrachos, uno no es capaz de mentir en esos momentos de semi-inconsciencia que rodean al sueño. Son momentos especialmente vulnerables y, sin los trucos y trampas que utilizamos para ocultarnos lo que no nos gusta y darnos la apariencia que quisiéramos tener, pillamos sin querer a nuestra alma completamente desnuda, con cara de susto y sin darle tiempo siquiera a taparse con las manos.
Anda, sé bueno y no me preguntes nada comprometido ahora, que no podría mentirme ni a mí misma.
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Un abrazo