Santi


La última vez que te vi te alejabas de mí calle abajo, muy deprisa y mirando al suelo. Yo tenía por lo menos 100 años, y mis ojos de anciana te miraron marchar sin poder mover un músculo para evitarlo.
- Yo pensaba que entre tú y yo había algo – me habías dicho un segundo antes, con un tono de reproche en la voz y un gesto de profundo fastidio. Debías tener 20, no más.

A los dos nos gustaba eso de andar por el filo, y lo hacíamos juntos, sin consciencia y con una sonrisa. Qué más da, si la vida está para vivirla, nos mentíamos a nosotros mismos una y otra vez.
Eran tiempos de jugar al despiste con la vida, de hacer esperar aún un rato más a la temida madurez, de plantarnos en medio de un cruce de caminos y contemplarlos absortos sin tener ni idea de cuál de ellos coger.
Íbamos corriendo a ciegas, y sin querer una noche nos encontramos en medio del jardín. Tú rejuveneciste media vida y me dijiste “sígueme”, y yo contesté simplemente “no”. Y me hice de repente muy, muy mayor.
.

Comentarios

Entradas populares