Agustín

.
Hola, me llamo Agustín, y soy alcohólico.

Muchos ya me conocéis de estas reuniones. Llevo años viniendo, años sentándome en silencio en la última fila para escucharos contar vuestras experiencias compartidas, vuestra lucha diaria, vuestras batallas ganadas. Años también presenciando vuestras derrotas, mirando compasivo la debilidad que demuestra vuestra mano tendida pidiendo auxilio cuando la vida os pone una zancadilla y os pilla tan desprevenidos y confiados que acabáis de bruces en el suelo; también siendo testigo orgulloso de vuestro resurgir cuando os levantáis, sucios del polvo del camino y con la sombra de la culpa y la vergüenza pintada en la cara.

Os he visto siempre de lejos, porque en mi seguridad me sentía lejos de vosotros, de vuestra miseria. He permanecido siempre en silencio, porque en mi absurdo orgullo creía que no tenía nada que compartir con vosotros, que hablábamos otro idioma. Ha sido tal mi vanidad, que no he faltado ni un sólo día de reunión en todo este tiempo porque pensaba que mi presencia os podía ser necesaria para sentir la fuerza que no teníais para seguir adelante.

Han pasado 1.872 días desde que decidí alejarme del infierno que había creado la bebida a mi alrededor. 1.872 días de victorias renovadas, de orgullo creciente, de disfrutar impúdicamente de un ego desmedido, de unos títulos que nadie, salvo yo, me había concedido.

1.872 días, con sus 1.871 noches... y ayer bebí.

No me voy a perder en divagaciones sobre el motivo, no me importa si fue el estrés del trabajo, mis problemas sentimentales, los disgustos de mis hijos, la preocupación por la salud de mi padre, ese amigo que me insistió una y otra vez hasta ponerse tan pesado...
Podéis pensar que es importante analizarlos, pero para mí cualquiera de ellos sólo sería la excusa perfecta que llevo buscando durante 5 jodidos años para volver a sentir un día, por fin, otra vez el sabor de ese veneno en mi garganta, su calor bajando por mi estómago, el dulce velo con que envuelve mi cabeza haciendo que todo se vuelva diferente con su soplo extraño de irrealidad.

1.872 días autoconvenciéndome de una mentira. Tanto tiempo para construir mi mundo perfecto, y ahora por fin veo que lo que estaba haciendo en realidad era levantar un muro a mi alrededor, una torre sin ventanas desde la que poder sentirme más alto que nadie, y también más escondido que nunca para volver a ceder a las órdenes de mi verdadero dueño, absurdo dueño éste que vive dentro de una simple botella de vidrio.


Por eso hoy vengo ante vosotros sólo para pediros perdón. Un perdón que no merezco, pero que, por alguna razón, necesito para salir por esa puerta y volver a empezar desde cero la cuenta de mis días verdaderos, de mi vida sin mentiras.

Por fin me he dado cuenta de que no sois tan pequeños, tan cobardes, tan débiles... O sí, quizá sí lo sois, pero tanto como yo, que además de pequeño, cobarde y débil, soy vanidoso, prepotente y absolutamente imbécil, por no haber sabido ver lo equivocado que he estado siempre.

Lo siento mucho, de verdad, perdonadme.

Jamás hubiera pensado que un error pudiese durar tanto tiempo.
47 años, 1.872 días... y mi vida empieza hoy.

Comentarios

NáN ha dicho que…
Buenísimo, Leg, me ha encantado la humanidad que suelta este texto.

Entradas populares