Mercedes
Mercedes se sienta dejándose caer sobre el sofá como si fuera una muñeca de trapo, mientras de lo más hondo le sale un interminable suspiro.
Es ya de noche, los niños están acostados, la casa recogida, la ropa planchada, ya ha atendido las llamadas pendientes de la mañana frenética en la oficina, ha hecho la cena, ha puesto otra lavadora, y ha bajado al super a por esas compras apuradas de última hora.
La casa está en silencio, afuera ya lucen las amarillentas luces de las farolas, y los coches han ido aminorando su ruido constante para dejar paso a la quietud fantasmal de la noche.
Mercedes estira su cuerpo por completo, echa la cabeza hacia atrás y piensa con los ojos cerrados que hoy, sorprendentemente y por vez primera en mucho tiempo, le ha sobrado casi una hora de todo el atropello diario. Tiene 60 relucientes minutos por delante para poder dedicarlos a lo que ella quiera. Increíble, pero cierto... hoy.
Es una oportunidad que debe aprovechar bien, porque no se le presenta muchas veces.
Se mira las manos con detenimiento... quizá podría hacerse la manicura... ya ni se acuerda cuándo fue la última vez. O quizá podría darse un baño... uno de aquellos baños con espuma y sales de los que antaño salía tan suave y relajada. O ponerse una mascarilla en el pelo y depilarse las enmarañadas cejas. O poner un disco de Sinatra en el viejo tocadiscos y tumbarse a tararear la melodía mientras fantasea con apuestos galanes que la sacan a bailar. O empezar ese libro que ha dejado por imposible, olvidado sobre la mesita de noche. O sacar su libreta del cajón y continuar con su inocente sueño de llegar algún día a ser escritora. O llamar a su amiga Violeta, a la que hace ya un siglo que no ve. O...
La mano se desliza lentamente sobre su regazo hasta quedar con la palma hacia arriba en el sofá. Las zapatillas se caen sin hacer ruido sobre la alfombra, mientras la estancia se llena de su respiración suave y acompasada.
Mercedes se ha quedado dormida.
Es ya de noche, los niños están acostados, la casa recogida, la ropa planchada, ya ha atendido las llamadas pendientes de la mañana frenética en la oficina, ha hecho la cena, ha puesto otra lavadora, y ha bajado al super a por esas compras apuradas de última hora.
La casa está en silencio, afuera ya lucen las amarillentas luces de las farolas, y los coches han ido aminorando su ruido constante para dejar paso a la quietud fantasmal de la noche.
Mercedes estira su cuerpo por completo, echa la cabeza hacia atrás y piensa con los ojos cerrados que hoy, sorprendentemente y por vez primera en mucho tiempo, le ha sobrado casi una hora de todo el atropello diario. Tiene 60 relucientes minutos por delante para poder dedicarlos a lo que ella quiera. Increíble, pero cierto... hoy.
Es una oportunidad que debe aprovechar bien, porque no se le presenta muchas veces.
Se mira las manos con detenimiento... quizá podría hacerse la manicura... ya ni se acuerda cuándo fue la última vez. O quizá podría darse un baño... uno de aquellos baños con espuma y sales de los que antaño salía tan suave y relajada. O ponerse una mascarilla en el pelo y depilarse las enmarañadas cejas. O poner un disco de Sinatra en el viejo tocadiscos y tumbarse a tararear la melodía mientras fantasea con apuestos galanes que la sacan a bailar. O empezar ese libro que ha dejado por imposible, olvidado sobre la mesita de noche. O sacar su libreta del cajón y continuar con su inocente sueño de llegar algún día a ser escritora. O llamar a su amiga Violeta, a la que hace ya un siglo que no ve. O...
La mano se desliza lentamente sobre su regazo hasta quedar con la palma hacia arriba en el sofá. Las zapatillas se caen sin hacer ruido sobre la alfombra, mientras la estancia se llena de su respiración suave y acompasada.
Mercedes se ha quedado dormida.
Comentarios
(te sobra una "e" en la última frase)
Puede ser que sí, pero no necesariamente. Puede ser que su compañero trabaje a esas horas, o que esté también superocupado, que es lo lógico.
¿Por qué te parece importante ese dato?
;-)
Gracias, ahora la visto orgulloso, pero luego me la guardaré para conservarla bien.
Abrazo para las dos.
Ser madre es de las cosas más absorventes que conozco, y si a la vez trabajas fuera y dentro de casa... dejar un hueco para una misma se puede convertir en misión imposible.
Te queda muy bien, por cierto ;-)
Mega, yo creo que no lo será nunca, ya ha renunciado a materializar ese sueño. Lo deja como eso, como sueño, metido en un cajón.
Eso sí, no te entristezcas por ella, que ha renunciado por otro sueño que considera más importante y mejor.
Tú también me tienes absorvido con tus textos. Y absorbido, las dos cosas.
No dejáis escapar ni una ;-)
Ni caso al Torquemada lingüístico. Es broma. Tiene razón.