Paulino

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Todavía medio dormido, avanza por el pasillo, con ambas manos deslizándose por la pared para no perder la línea recta y acabar tropezando con la consola, como la última vez, que casi se fractura los dedos del pie.

Sin abrir los ojos del todo, llega hasta la cocina, y, en un gesto automatizado abre la nevera, enciende la cafetera, y comienza a prepararse el desayuno sin encender siquiera la luz.

Siempre tarda en despertarse del todo exactamente el tiempo que le lleva tener preparado el café humeante y bien cargado y las tostadas generosamente untadas de mantequilla y mermelada de albaricoque, y es en ese momento cuando ya se siente preparado para encender la luz de la sala y dar buena cuenta de todo ello.

Después, un rápido afeitado, una ducha bien calentita, y a ponerse el uniforme recién planchado mientras el espejo del baño termina de desempañarse y él ríe con buen humor las ocurrencias del programa de radio que escucha cada mañana.

Últimamente está más contento que de costumbre, pues las cosas le están saliendo bien. La mancha que le había salido meses atrás en un muslo resultó no ser peligrosa, y su madre le había llamado la semana anterior para contarle que su padre mejoraba por momentos y se esperaba que en breve todo volviese a la normalidad.

Para colmo de bienes, Lorena, la chica de la cafetería del fondo de su calle, había empezado a dar muestras de interés por él, y no era poca cosa, pues Paulino ya ni se acordaba del día en que había suspirado por primera vez al verla pasar por delante de su casa, camino al trabajo con la voluminosa melena pelirroja atada, como siempre, en una tirante cola de caballo.

Y el trabajo... por fin, había conseguido un contrato fijo, que era lo que más había ansiado desde que había decidido independizarse de sus padres, unos cuantos años atrás. Respirar tranquilo cada día al terminar la jornada, sabiendo que al día siguiente le esperarían también, era algo que no tenía precio para él.

¡Uy! por cierto... ¡la hora! Con tanto regocijo en su buena suerte casi olvida que hoy debe entrar un rato antes. Ya se había encargado su jefe de recordárselo durante toda la semana, y no estaría bien llegar tarde.
Hoy es un día importante, piensa bajando las escaleras de dos en dos, a esta ejecución vendrá la prensa y varias personalidades... este era un caso mediático de esos, y habría que prepararlo todo bien.

Camino del trabajo, bajo el tibio sol del amanecer, Paulino, el verdugo, da sonriente los buenos días a Pedro, el simpático panadero de su barrio.

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