Andrés

Me miraba fijamente con los ojos de colores, y yo tuve que bajar los míos al suelo. No había ningún motivo aparente para ello, pero fue la suya una orden clara y directa que no pude desobedecer. Aunque hubiese querido hacerlo, no habría podido.
Me acordé de aquel chico del instituto que me obligaba a sentir un escalofrío cada vez que clavaba sus ojos en los míos. Nunca supe porqué, nunca pasó de ahí, nunca fue nada más, pero así era. Todas y cada una de las veces que me miraba.
Desde entonces aquel fue un caso archivado en mis X-files personales. Un misterio sin resolver que no encontró nunca otro similar que lo hiciera dejar de ser único. Algo raro, distinto, y especial.
Hasta que muchos años después, el otro día, los ojos de Andrés propinaron de pronto un buen empujón a los míos que, sorprendidos, tardaron un buen rato en recuperarse y levantarse del suelo lo más dignamente que pudieron.

Ahora tienen miedo de volver a verle.

Comentarios

Gemma ha dicho que…
Muy buena la descripción del amor, de sus efectos adversos.
Un abrazo
Rocío Rico ha dicho que…
¿Tú crees que es amor?

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