Ángela
Llevaba ya bastante tiempo dejándoselo bien claro, pero ella siempre se lo había tomado en broma. Por eso se reía cuando él la miraba de arriba a abajo cada mañana abriendo mucho los ojos en un gesto de exagerada admiración. Por eso se limitaba a retirar su mano cuando él la rozaba comentando lo suave que tenía la piel. Por eso no se mostraba realmente ofendida cuando él hacía un comentario un poco menos apropiado si se la encontraba agachada rebuscando en el cajón de abajo del todo del fichero en el cuarto de atrás.
Ahora que sabía la verdad, empezaba a ser consciente de que quizás en el fondo siempre la había sabido, y de que aquello de tomarlo todo como una broma que no se llegaba a creer no había sido más que un truco, torpe e inadecuado, que sus ganas de mantener aquel trabajo que tanto le gustaba habían utilizado para no tener que enfrentarse como debía a la verdadera situación.
No quería irse de aquella empresa. No quería tener que poner a su jefe en su sitio, creando quizás una situación violenta que, suponía, podría generarle unas consecuencias en absoluto deseadas para ella. No sentía ninguna gana de ser una heroína para nadie, ni de abanderar una lucha justa en nombre de las mujeres indefensas o en contra de los hombres con complejo de todopoderosos que pierden la batalla contra sus propias hormonas el día que pasan la barrera de los "taitantos".
Sólo quería trabajar tranquila y vivir su vida sin problemas.
Pero ahora aquel hombre que, como mínimo, le duplicaba la edad se encontraba al volante de aquel coche detenido frente al portal de su casa perdiendo por completo la dignidad y los papeles mientras le suplicaba, como un crío que aún no hubiese superado su acné, que le diese un beso. "Sólo un beso", decía poniendo pucheros en un gesto que no era consciente de lo ridículo que quedaba en su rostro rechoncho y surcado ya por las arrugas, apoyado como una careta sobre la abultada papada.
Y ella se tuvo que ir esa noche a casa, por supuesto sin haber cedido a tan absurda pretensión, pero cargando con una terrible sensación de culpa por no haber reaccionado antes y con la rabia de saber que jamás contaría a nadie aquella historia que la avergonzaba tanto y de la que se sentía extrañamente responsable; como si sólo correspondiese a ella la misión de hacer lo que es correcto y llamar al sentido común, como si él no fuese más que una víctima de sus sonrisas y su cara angelical, de su dulce perfume, su piel suave y sus labios gruesos y siempre resaltados con carmín.
Ella sólo quería que la tratasen como a una persona más, trabajadora e ilusionada, una empleada más en la empresa de la que meses después tendría que irse, sonriente y silenciosamente, cargando para siempre con el injusto fantasma de aquella culpa ridícula que no le correspondía.
Ahora que sabía la verdad, empezaba a ser consciente de que quizás en el fondo siempre la había sabido, y de que aquello de tomarlo todo como una broma que no se llegaba a creer no había sido más que un truco, torpe e inadecuado, que sus ganas de mantener aquel trabajo que tanto le gustaba habían utilizado para no tener que enfrentarse como debía a la verdadera situación.
No quería irse de aquella empresa. No quería tener que poner a su jefe en su sitio, creando quizás una situación violenta que, suponía, podría generarle unas consecuencias en absoluto deseadas para ella. No sentía ninguna gana de ser una heroína para nadie, ni de abanderar una lucha justa en nombre de las mujeres indefensas o en contra de los hombres con complejo de todopoderosos que pierden la batalla contra sus propias hormonas el día que pasan la barrera de los "taitantos".
Sólo quería trabajar tranquila y vivir su vida sin problemas.
Pero ahora aquel hombre que, como mínimo, le duplicaba la edad se encontraba al volante de aquel coche detenido frente al portal de su casa perdiendo por completo la dignidad y los papeles mientras le suplicaba, como un crío que aún no hubiese superado su acné, que le diese un beso. "Sólo un beso", decía poniendo pucheros en un gesto que no era consciente de lo ridículo que quedaba en su rostro rechoncho y surcado ya por las arrugas, apoyado como una careta sobre la abultada papada.
Y ella se tuvo que ir esa noche a casa, por supuesto sin haber cedido a tan absurda pretensión, pero cargando con una terrible sensación de culpa por no haber reaccionado antes y con la rabia de saber que jamás contaría a nadie aquella historia que la avergonzaba tanto y de la que se sentía extrañamente responsable; como si sólo correspondiese a ella la misión de hacer lo que es correcto y llamar al sentido común, como si él no fuese más que una víctima de sus sonrisas y su cara angelical, de su dulce perfume, su piel suave y sus labios gruesos y siempre resaltados con carmín.
Ella sólo quería que la tratasen como a una persona más, trabajadora e ilusionada, una empleada más en la empresa de la que meses después tendría que irse, sonriente y silenciosamente, cargando para siempre con el injusto fantasma de aquella culpa ridícula que no le correspondía.
Comentarios
Y la mayor parte de la gente no está por la labor de cambiar de idea ni de razonamiento... Mientras tanto, la víctima paga el pato.
Por desgracia,viendo sentencias como éstas, muchas mujeres no se atreven a denunciar porque se sienten indefensas, porque saben que se las va a culpar a ellas: "es que vas provocando", lo que significa que se lo merece. Prefieren aguantar hasta que no pueden más o simplemente dejar el trabajo y buscar otra cosa.
Yo nunca me he visto en una situación así (cruzo los dedos) pero comprendo a Ángela, porque seguramente yo me habría comportado de la misma manera.
En fin, que coincido con todos vosotros. Y, por desgracia, también me acuerdo de los casos que menciona JL. Por cierto, ¿qué fue de esos jueces insignes?
$lol$
Estoy convencida de que la Justicia no existe. El Sistema Judicial evidentemente s� y estoy de acuerdo en que hemos de trabajar en hacerlo lo mejor que nos sea posible.
En lo que a �ngela se refiere... mientras ella misma no sea capaz de repartir correctamente las culpas, quiz� sea demasiado dif�cil pedir que lo hagan los dem�s �no cre�is?