Never can say goodbye
Desde el primer instante sintió su cuerpo como sacudido por un trallazo eléctrico de alto voltaje, invadido de pronto por un hormigueo, un deseo irrefrenable de moverse que le recorría cada rincón desde la punta de los dedos de los pies hasta el último pelo de la alborotada cabeza. Comenzó de pronto, sin calentamiento previo, dejándose llevar, con movimientos bruscos y agitados, completamente poseída por el ritmo. Perdió en ese instante cualquier sentido de la realidad, del tiempo, de la prudencia, del pudor... y se lanzó por la casa a ese alegre desenfreno, esparciendo a su alrededor todo el montón de adrenalina que acumulaba dentro de sí, con una enorme sonrisa en los labios.
Cuando volvió el silencio, se dejó caer, fatigada, sobre el sofá marrón de la entrada. Satisfecha, con la sonrisa puesta todavía, pensó que realmente debía hacer unas dos o tres vidas que no bailaba. Y cómo lo necesitaba...
Comentarios
Pues no soy una mosca, aunque sí, de vez en cuando me entran ganas de bailar.
(el theremin no es exactamente como el radar de los murciélagos. A lo mejor algún día encontramos la oportunidad para combinar una de esas tutorías nocturnas con las cañitas pendientes)
Jo, yo que creía haberlo entendido y me va a caer un suspenso.
¿De cañas, por la noche? Me temo que nadie se va a creer que es una tutoría ;-)
Lo del theremin yo diría que es más como cuando tocas la antena con los dedos y tu cuerpo hace de antena. Pero es que tampoco voy a saber yo tanto si entramos al detalle.
A ver, ¿es qué no has oído esa expresión de darle caña a los alumnos? Pues eso. Hazme caso que el profe soy yo.
Menos mal que no te mosqueas