Mercedes
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Sale de la piscina completamente mojada, y corre dando saltitos sobre el césped hasta la hamaca dejando tras de sí un camino húmedo y fresco. Se tumba sobre la toalla y enseguida empieza a notar cómo el sol se pelea con las gotas, que se van volviendo pequeñas islas solitarias sobre su piel morena. El frío se va transformando en confortable calor, y se pone las gafas de sol para poder mirarles jugar dentro del agua. Su hijo ríe divertido mientras su padre nada a su alrededor fingiendo ser un cocodrilo que amenaza con morderle, y entonces Mercedes sonríe sólo por contemplar aquella felicidad tan contagiosa, en ese momento tan especial.
Aún con la sonrisa en los labios, cierra los ojos y entonces nota una mano que se posa suavemente sobre su estómago, cálida y temblorosa, haciendo que todo su cuerpo se estremezca al reconocer su tacto. Efectivamente, es "él". Ella se vuelve para recibirle y le estrecha entre sus brazos. Él sonríe también y le susurra al oído, y empieza a besarla los labios, el cuello, los hombros..., dulcemente primero, con creciente ardor después, haciéndose un sitio junto a ella en la hamaca. El mundo desaparece a su alrededor mientras la temperatura sube, el sudor aflora y se confunde con la saliva, los besos se vuelven ardientes y las caricias más intensas, y, mezclados con el rumor del agua, complacida y abandonada, ella ya sólo escucha sus propios gemidos.
-"¡Mamá! ¡tengo frío! ¿donde está mi toalla?"
Mercedes sonríe mientras ambos se acercan tiritando, felices, les recibe con las toallas extendidas, y ayuda al niño a secarse mientras escucha la narración atropellada de las aventuras que ha vivido en la piscina y su marido se ríe al oírlo, tumbándose ruidosamente en la hamaca de al lado.
"Él" se ha ido. Es lo que tiene abrir los ojos.
Pero no pasa nada, enseguida los volverá a cerrar de nuevo.
... ¿Alguien dijo que no se pueden vivir dos vidas a la vez?
Sale de la piscina completamente mojada, y corre dando saltitos sobre el césped hasta la hamaca dejando tras de sí un camino húmedo y fresco. Se tumba sobre la toalla y enseguida empieza a notar cómo el sol se pelea con las gotas, que se van volviendo pequeñas islas solitarias sobre su piel morena. El frío se va transformando en confortable calor, y se pone las gafas de sol para poder mirarles jugar dentro del agua. Su hijo ríe divertido mientras su padre nada a su alrededor fingiendo ser un cocodrilo que amenaza con morderle, y entonces Mercedes sonríe sólo por contemplar aquella felicidad tan contagiosa, en ese momento tan especial.
Aún con la sonrisa en los labios, cierra los ojos y entonces nota una mano que se posa suavemente sobre su estómago, cálida y temblorosa, haciendo que todo su cuerpo se estremezca al reconocer su tacto. Efectivamente, es "él". Ella se vuelve para recibirle y le estrecha entre sus brazos. Él sonríe también y le susurra al oído, y empieza a besarla los labios, el cuello, los hombros..., dulcemente primero, con creciente ardor después, haciéndose un sitio junto a ella en la hamaca. El mundo desaparece a su alrededor mientras la temperatura sube, el sudor aflora y se confunde con la saliva, los besos se vuelven ardientes y las caricias más intensas, y, mezclados con el rumor del agua, complacida y abandonada, ella ya sólo escucha sus propios gemidos.
-"¡Mamá! ¡tengo frío! ¿donde está mi toalla?"
Mercedes sonríe mientras ambos se acercan tiritando, felices, les recibe con las toallas extendidas, y ayuda al niño a secarse mientras escucha la narración atropellada de las aventuras que ha vivido en la piscina y su marido se ríe al oírlo, tumbándose ruidosamente en la hamaca de al lado.
"Él" se ha ido. Es lo que tiene abrir los ojos.
Pero no pasa nada, enseguida los volverá a cerrar de nuevo.
... ¿Alguien dijo que no se pueden vivir dos vidas a la vez?
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