Tino

Su risa se oye de repente por encima de todo el barullo de voces. Se alza franca, fresca, sincera, suena casi como él, gruesa y contundente. Varias personas de las mesas cercanas a la suya vuelven la cabeza, curiosas, para comprobar que hay realmente alguien allí capaz de sentirse tan francamente bien.

Y sí, está feliz.
Sabe que la vida es dura, que el periódico se llena cada día de imágenes tristes, que hay muchas injusticias en el mundo por las que llorar. Sabe que él mismo ha sufrido muchas veces, y que lo volverá a hacer en cualquier momento. Sabe que aquellos que él quiere también tienen sobre sus cabezas la cuchilla amenazante de la tristeza y la desgracia.
Sabe lo que cuesta levantarse por la mañana, ganarse el sueldo de cada mes, soportar a algunas personas, mantener la paz en su casa y cierto orden en su vida.

Pero hoy es sábado, qué caray, y hace una noche estupenda. Han encontrado sitio en la terraza de su bar preferido y han podido venir Pedro y María, que últimamente se dejan ver poco. También están Rober y los demás, pero esos no se pierden una. Ha podido bajar de casa recién duchado, cosa que resulta ser uno de esos pequeños placeres que de vez en cuando nos encanta disfrutar, y ahora todos hablan a la vez entre risas y bromas, mirándose a los ojos y recordando como visiones fugaces que hace ya unos 20 años que pueden contar los unos con los otros.

Tino ríe, completamente relajado. Se frota distraído la barriga con las dos manos, en ese gesto tan suyo que demuestra que está satisfecho por algo.
Y lo está.
¿Acaso hay algo mejor que los amigos? Mira a su alrededor mientras piensa que quizá son estos momentos los que realmente deben formar su historia. Y se promete a sí mismo no olvidarse nunca en toda su vida de permitirse disfrutar de sensaciones así.

Puede que la vida no esté tan mal, después de todo.

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No, puede que no esté.

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